Nuestra anti-heroína, sumida en la precariedad, se ve obligada a convivir con su madre en un apartamento céntrico, donde vive el luto y se lamenta por la muerte de su padre mientras espera la llegada de Orestes, para vengarse.
En la cocina, mientras preparan un pastel, Elektra fracasa constantemente en el intento de asesinar a su madre, como lo impone el mito y fantasea hundida en la depresión con su propia muerte.
La cocina donde se desarrolla la tragedia, donde los personajes salen y entran desdoblándose en las propias actrices que cuestionan incluso las palabras de la autora, es también el instrumento para llevar adelante esta opereta, y una burla irónica al lugar que se le ha adjudicado a la mujer a lo largo de la historia.
El paso del tiempo es una tragedia, enuncian las mujeres, sobre y fuera del escenario. El paso del tiempo, la muerte de la juventud, la visualización de una vejez pobre y solitaria, la renuncia a la maternidad y la pérdida de la fertilidad, son una constante en las discusiones de madre e hija, que se estructuran en un combate de 10 asaltos con su prólogo y apoteosis.