Cuando Marcos Mayo comenzó a ser conocido por sus interpretaciones en el teatro, en papeles muy protagonistas en Supernormales (con autoría de Esther Carrodeguas y dirección de Iñaki Rikarte) o Lectura fácil (con autoría de Cristina Morales y dirección de Alberto San Juan), hacía ya años que escribía un diario, y hacía tiempo que se planteaba convertirlo en novela. “Originariamente era un diario con una función terapéutica: lo compartía con mi psicóloga, y me servía para transmitirle cómo me sentía cada día. Después, pensé en darle forma de novela, porque, desde siempre, me han animado a escribir, a la gente le gusta cómo lo hago. No terminaba de encontrar la forma, y a raíz de mis experiencias en el teatro, decidí envalentonarme y convertirlo en obra de teatro, aprendiendo de mis maestros. De Iñaki, de Alberto”.
El punto de inflexión fue un verano que se tuvo que quedar en Madrid, con las calles desiertas y la gente en éxodo hacia la playa. “Me operaron de un hernia inguinal. Me quedé solo y con pocos planes, y decidí ver teatro. Mucho. En las obras empecé a descubrir al elenco que querría para mi obra. Me fui dirigiendo a cada actriz, a cada actor. Me resultó fácil convencerlas y convencerlos”. Y así, hasta las seis personas que componen este elenco junto con Marcos: Alicia López Egea, Alfonso Masó, Garoa Bécares, Eban Gómez, Paula Susavila, Pablo Ríos. A la dirección, su profesora del alma, Montse Ortiz, que al involucrarse en el proyecto tenía claras dos cosas: que no quería que esto fuera un drama y que esta será la última obra que hará en Madrid.
Un alter ego
El protagonista de El Chispazo es un personaje es el propio Marcos. con el apoyo de Pablo Ríos complementándolo como su lado más racional. Esto tiene mucho de autobiográfico. Marcos convive con una parálisis cerebral desde que era un bebé, y por el camino de sus años, se le han presentado diferentes escenarios llenos de piedras y constantes dudas. Ha dirimido constantes conflictos pensando si abrazar eso que llamamos normalidad o aburrirse en la comodidad.
Todos esos escenarios inspiran las vivencias del personaje de Marcos en esta obra: el bullying en el colegio, la amiga que lo conoce y no sabe muy bien cómo tratarlo. El padre exigente, la madre protectora que solo quiere que su hijo sea feliz. El joven que se independiza teniendo una discapacidad reconocida. El entorno laboral. La noche, que trae consigo el sexo, las drogas, la violencia. Todo, contado con una gran carga poética y onírica, con las fases de la luna y los eclipses como metáfora de aquello que se oculta o no se quiere apreciar. “Para mí, la obra implica abrirme en canal y regresar a mi pasado, a episodios traumáticos que ya tengo superados. Pero también es un reclamo para que el público abra los ojos. Apelo a esos momentos en los que también se ha sentido fuera de lugar, ha vivido el rechazo. Abrir los ojos y tocar el corazón: eso de lo que te has dado cuenta en esta obra permanecerá ya, para siempre, contigo”.