El proyecto
Eduard Fernández y Andrés Lima pertenecen, prácticamente, a la misma generación. Se conocen desde hace años, se admiran, se siguen, habían coincidido en rodajes… Sólo trabajaron juntos en el teatro una vez, hace más de 25 años, en un montaje sobre la obra de Harold Pinter Retorno al hogar, interpretando a dos hermanos.
Desde hace tiempo venían hablando de componer juntos una función, y surgían ideas y propuestas que no terminaban de encajar. El tiempo pasaba y las ganas se mantenían intactas, hasta que Fernández llamó a Lima porque había encontrado un texto en Argentina que le había maravillado.
“Encontré unos monólogos de Santiago Loza y hubo uno que me atrapó: Todas las canciones de amor. Me gustó que el título contuviera la palabra amor y el reto de elegir cinco canciones de amor de todos los tiempos y de nuestra cultura. La protagonista era una mujer, una madre. “La mía murió en Barcelona y no pude despedirme, y tuve que vivir su muerte desde la distancia”, explica Eduard Fernández.
El actor le pasó el texto a Lima y se pusieron a trabajar. “Cuando Eduard lo encontró pensó que podría ser su madre perfectamente”, cuenta Lima. “Ya habíamos hablado de hacer un espectáculo sobre los últimos momentos de la madre de Eduard, cuando ella empieza a caer en el olvido. Pero no nos interesa el Alzheimer desde un punto de vista científico, como enfermedad, sino por lo que supone ese tránsito hacia el olvido, el momento en que los recuerdos más antiguos de esas personas afloran mientras van perdiendo los más recientes. Lo que acabas de hacer se desvanece, pierdes el lenguaje y, sin embargo, recuerdas todo lo esencial. Tratamos de realizar esa especie de tránsito que recorre la madre, el viaje hacia algún sitio que llamaremos muerte”.
El autor argentino de Todas las canciones de amor viajó a España y participó en los primeros talleres de investigación del montaje, para reescribir el texto con el objetivo de adaptarlo a la historia que habían elaborado Lima y Fernández, y la de este.
“Santiago se mostró encantado de adaptar mi historia e incluir cosas concretas mías, de mis vivencias personales con mi madre”, explica Fernández. “Había algo en la relación madre-hijo en la obra de Santiago que tiene mucho que ver con la relación con mi madre… Otras cosas no. Entonces, le pedimos que añadiera algunos textos. En el suyo, esa madre nos habla de su hijo (al que le cambiamos el nombre y pasó a llamarse Eduardo, como yo). Añadimos que era enclenque, que le costó desarrollarse, que tenía los pies planos, que se hacía pipí hasta muy mayor… El hijo era gay, yo no…. Pero en lo esencial es parecido… Simplemente hemos acercado un poco más la obra a mí”.