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Iván Ferreiro presenta su homenaje a Golpes Bajos



No hay quien encauce a Iván Ferreiro, ni siquiera el propio Iván Ferreiro. Tras ofrecer el mejor de sus discos, Casa (Warner, 2016), vuelve a salirse del camino. Dar con la fórmula del éxito no le tienta. Los discos que él llama “de crédito”, los que funcionan bien, le permiten asumir -aún- más riesgos. Riesgos como lanzarse, en pleno 2018, a versionar toda la discografía de Golpes Bajos, un grupo de culto de los ochenta. Y conseguir salir airoso de su propio desafío. 
Aquella banda tuvo una carrera fugaz: un epé homónimo, el disco A santa compaña y otro epé titulado Devocionario. Lograron desmarcarse del punk, el pop y el histrionismo de su época. Sonaban como nadie. Desde el corazón de Vigo mezclaban el tecno con el pop, los ritmos latinos y hasta la salsa. Manejaban pianos eléctricos, guitarras y bajos, sintetizadores y cajas de ritmos. Nunca tuvieron batería. La forma de cantar de su líder, Germán Coppini, era absolutamente inconfundible. Su voz llegaba como del más allá, de ultratumba, y estaba más cerca de oficiar un salmo que de arrasar en las radiofórmulas. Cantaba textos líricos, abrumadores, irónicos, críticos con la sociedad y con la iglesia. Hablaba de la soledad, de la enfermedad, de la amistad y de cualquier escena cotidiana de la vida. 
Con esos discos creció el joven Iván Ferreiro. Descubrió que había unos tipos de su ciudad que hacían “canciones increíbles”, que la música era algo que estaba a su alcance. Y lo estuvo. Con Piratas desde los noventa y en solitario a partir de 2005. Ahí cogió las riendas de su carrera, mano a mano con su hermano Amaro, y siguió creando su propia obra sin dejar de admirar la belleza ajena. Por eso ha publicado tres “Perversiones catastróficas”, epés en los que interpreta temas de Radio Futura, Egon Soda, Ilegales, Nacha Pop o Love of Lesbian. Porque se atreve con todo, como demostró cuando grabó el ‘Abrázame’ de Julio Iglesias en Canciones para el tiempo y la distancia (Warner, 2005). Pero solo Golpes Bajos ha motivado un tributo íntegro. Fruto de su pasión juvenil, pero afrontado desde su madurez artística. 
Este proyecto empezó, sin querer, en 2014, con un concierto de versiones que ofreció en el Festival Portamérica. Lo preparó mano a mano con el guitarrista original de Golpes Bajos, Pablo Novoa, con quien trabaja desde hace más de una década. La historia se quedó ahí hasta hace un año, cuando encendió el ordenador y encontró el material: “Estaba en septiembre u octubre, abriendo sesiones y viendo lo que tenía, y de repente vi lo de Golpes Bajos. Vi todas las programaciones, las guitarras, todo ahí, y dije: ‘Esto solo hay que cantar un poquito, tocar dos cosas y lo grabamos’. Lo que pasa es que luego Pablo se lió la manta a la cabeza y decidió que lo grabáramos todo otra vez”. Y él confió: “Dejé todo en sus manos, él es nuestro dios dorado”. 
Entre febrero y julio de 2018, mientras seguía con la gira de Casa y escribiendo temas nuevos, registraron Cena recalentada. Podría habérselo puesto fácil a sí mismo, y adaptarlas a su tempo, a su tono y a su lugar, pero no era lo que perseguía: “Aquí había que cantar encima, era lo más interesante, creo yo. Hay toda una parte, la forma en la que tocan, cómo son las guitarras, cómo son los pianos, y no quería cargármela”. Por eso cantarlas ha sido “lo más difícil que he hecho en mi vida. Son jodidos de cantar, tiene un fraseo imposible a veces”. Ha respetado las estructuras originales, aunque ha cambiado algunos arreglos y ha utilizado nuevos sintetizadores, modulares y su apreciado Organelle, máquinas con las que disfruta buscando nuevos sonidos. Al escucha aquellas canciones por enésima vez, se dio cuenta de lo evolucionados que eran para su tiempo: “Están en el 82 y están ya en Daft Punk”. 
Versos kilométricos, raps acelerados, ritmos caribeños, excesivos sintetizadores ochenteros… ese universo no se aproxima tanto al suyo. Sin embargo, consiguió respetar la esencia de las canciones y restaurarlas, barnizándolas desde el siglo XXI y aportándoles su propia personalidad. Y conservó su belleza original. Se percibe ya en el adelanto, el bailable ‘No mires a los ojos de la gente’, que gana en intensidad con esos estribillos tan Ferreiro, o la costumbrista ‘Cena recalentada’, donde domina esos fraseos imposibles. Resuelve también con mucho oficio las esperpénticas voces de la caribeña ‘Escenas olvidadas’, que ahora aporta una fantástica guitarra del propio Teo Cardalda. Y deslumbra con los destellos de luz que abren ‘Desconocido’, un tema sobre la amistad quebrada con un ambiente que atrapa tanto como su interesante desarrollo instrumental. 
Hay un Ferreiro más funk en este disco. Está en el clásico ‘Malos tiempos para la lírica’ (con preciosos metales), ‘Travesuras de Till’ o ‘A santa compaña’, donde lo mismo susurra que rapea. En ‘Santos de devocionario’ hay también un acercamiento al soul y al blues. A lo largo de las diecinueve canciones del álbum logra devolver todos los golpes que le manda Coppini desde el más allá, y cuando lo consigue, se despide con la mágica intimidad de ‘Tendré que salir algún día’, que bien podría haber firmado él mismo, y que ya nos imaginamos sonando a piano y voz en algún escenario. 
Dice que ha hecho este tributo para darse el gusto, y en los temas se percibe ese disfrute: “Hemos trabajado mucho para que fuera muy divertido lo que estábamos tocando, porque creo que es lo que le va a dar un nuevo aire. Lo hemos gozado mogollón, nos lo hemos pasado de miedo”. Bajo la producción de Novoa y acompañado por su hermano Amaro, Marta Toro, Martí Perarnau y su ingeniero de sonido, Luis Antelo, que lo grabó casi todo salvo algunas cosas que llegaron de Madrid, como los metales de Tony Moreno y Pirata. Y con los otros dos miembros originales de Golpes Bajos, Teo Cardalda (teclista) y Luis García (bajista), imprimiéndole emoción y verdad a sus colaboraciones. Así ha gestado un tributo espontáneo que, caprichos del destino, coincide con la publicación del libro de Xavier Valiño "Escenas olvidadas, la historia oral de Golpes Bajos”, que editará Efe Eme en octubre. 
Tal vez, sin pretenderlo, el vigués haya saldado una cuenta con su pasado. Con la música que marcó su carácter juvenil. Después de escuchar intensamente a Golpes Bajos entiendo aún mejor la amplitud de miras de Iván Ferreiro, su inquietud y su personalidad única. Bebió de un grupo inclasificable y con el tiempo se ha convertido en un músico original, arriesgado y tremendamente creativo. El Iván niño, ese que nos mira desde la portada de Cena recalentada, sigue vivo en estas canciones, pero con infinitas batallas a sus espaldas. Puliendo con su ingenio los temas con los que descubrió el mundo, enfilando la próxima curva de su imprevisible camino. Sorprendiéndonos tanto como se sorprende a sí mismo. 
Arancha Moreno
Directora de Efeeme.com y autora del libro “Iván Ferreiro. 30 canciones para el tiempo y la distancia” (Efe Eme, 2017).

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